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El apego y su importancia

El apego y su importancia

El ser humano al nacer es totalmente vulnerable y dependiente. Somos la especie que nace con el cerebro más inmaduro del reino animal y que precisa de muchos meses y años para poder adquirir aprendizajes y habilidades que nos permitan desenvolvernos en nuestro medio de una manera medianamente autónoma. Por ello, desde que llegamos al mundo forjamos con unas pocas figuras de referencia un vínculo llamado apego.

Podríamos definir el apego como los “lazos” emocionales que establecemos con las personas que nos aportan seguridad y sentimiento de pertenencia. Estos lazos influirán en nuestro desarrollo emocional (de ahí la importancia como profesionales de tener en cuenta el tipo de apego que un alumno-a ha desarrollado a lo largo de su infancia). Está demostrado, que el tipo de apego que establecemos condiciona en la mayoría de ocasiones nuestra forma de relacionarnos. El apego es además selectivo, es decir, el niño-a establece este tipo de vínculo con muy pocas personas, esto le permite al bebé asegurarse la supervivencia, pero, es mucho más, es también la base para el desarrollo del sentimiento de seguridad y pertenencia.

En cuanto a la teoría, fue el psicoanalista inglés John Bowly (1969) el propulsor de la teoría y de los primeros en analizar las consecuencias que se producían al privar al bebé de su figura de apego (normalmente la madre). Según el autor los bebés nacen con una necesidad de contacto, una cuestión fisiológica como cualquier mamífero. Si el bebé durante los primeros 5 años de vida no tiene contacto con su figura de apego (privación materna) puede desarrollar graves problemas emocionales y psicológicos que pueden perdurar toda la vida. En función de la existencia o no de estos dos rasgos y la forma en que aparecen en las relaciones maternofiliales y paternofiliales, se desarrollará un apego seguro o inseguro. (Sánchez, 2020).

Hasta ahora, las teorías propuestas por los más renombrados psicólogos y psicoanalistas de la época (Freud y Skninner entre otros) defendían que la única razón por la que se establecía un lazo afectivo entre madres e hijos/as era por la necesidad de alimentación. Bowlby y también Harlow (del que hablaremos más adelante) asestaron un duro golpe y gracias a diferentes experimentos (especialmente el de Harlow) demostraron que el afecto y el contacto son una necesidad fundamental básica de los niños y niñas.

Durante años, Bowlby recaudó diferentes datos empíricos que demostraban su teoría. Entre ellos, realizó un estudio con niños y niñas huérfanos y/o separados de sus padres y madres a causa de la Segunda Guerra Mundial y demostró que los jóvenes privados de sus familias y que no habían tenido un contacto afectivo durante sus primeros años presentaban retraso intelectual y serias dificultades para expresar y gestionar sus relaciones afectivo-sociales, así como mayor nivel de delincuencia.

Sin embargo, fue el famoso experimento de Rhesus (el cual hoy en día estaría prohibido por cuestiones éticas) el que sirvió para evidenciar la teoría del apego propuesta por Bowlby. Harlow introdujo bebes monos en unas jaulas con dos tipos de mamá mono: una de felpa (suave y calentita) y otra mamá de alambre, pero a la que le colocó un biberón para que pudiesen alimentarse. La hipótesis inicial, siguiendo las corrientes de Freud, era que los bebés pasarían mas tiempo con la mama de alambre que con la de felpa ya que, la primera era la que les proporcionaba el alimento. Sin embargo, los bebés se pasaban la mayor parte del tiempo acurrucados en la mamá de felpa.

Estos bebes apegados a las mamás de felpa, en el momento en el que se les introducía un muñeco para asustarles, no solo se abrazaban a la mamá de felpa, sino que, desde ahí, desde su figura de apego eran capaces de intentar defenderse (seguridad).

Vemos por tanto que los bebés nacen programados para formar vínculos afectivos con los demás y  el afecto y el contacto son una necesidad primaria tan importante como el alimento. El llorar o sonreír son, en definitiva, mecanismos que le permiten al bebé asegurarse la proximidad y el contacto con la figura de apego.

En función de la respuesta que obtenga el bebé por parte del adulto se establecerán como hemos mencionado diferentes tipos de apego. En definitiva, la interacción establecida con nuestro referente de apego influirá en nuestra manera de relacionarnos, de comprender el mundo, así como en nuestro desarrollo personal.

En general, podríamos clasificar los tipos de apego de la siguiente manera:

Hablamos de apego seguro cuando según Mary Ainsworth, vivimos con un estado de ausencia de preocupación por la disponibilidad de nuestra figura de apego. Sabemos que en el momento que lo necesitemos nuestra figura de referencia acudirá a ayudarnos. Está demostrado que los niños y niñas con apego seguro son aquellos que sus padres y madres han sabido satisfacer sus necesidades en sus diferentes etapas evolutivas desde el respeto, el afecto y la empatía. Por ello, tal y como mostraban los estudios aquellos niños y niñas con apego seguro ante un entorno desconocido lo exploran con mayor confianza y determinación. En el momento que su figura de apego desaparece, manifestaban su malestar con lloros y gestos de preocupación, pero se consuelan fácilmente una vez regresa su figura.

Los niños/as que presentan apego inseguro han vivenciado su infancia sin que se cubran sus necesidades básicas afectivas y crecen con altos niveles de ansiedad. No poseen lazos afectivos importantes normalmente, a consecuencia de la falta de contacto, afecto y empatía por parte de sus figuras de apego.

Este tipo de apego se puede manifestar en: 

  • Apego evitativo: No demuestran malestar ante la pérdida de su figura de apego. Ocultan sus sentimientos de malestar y al regreso de su figura de apego evitan el contacto con ella, dando por hecho, que no van a ser satisfechos.
  • Apego ambivalente: Existen sentimientos ambivalentes. Buscan desesperadamente el consuelo de su figura de apego, pero al mismo tiempo sienten un dolor tan profundo que manifiestan una rabia incontrolable y son sumamente difíciles de consolar.
  • Apego desorganizado: No tienen un patrón establecido y por ello, pueden mostrar conductas muy fuertes de apego o al mismo tiempo buscan la evitación. Interiorizan de esta manera una representación del mundo caótico y manifiestan comportamientos inconexos (falta de sentido).

Y todo esto tiene como objetivo que reflexiones sobre cuales son realmente las necesidades de nuestros hijos-as. La sociedad actual, nos envenena haciéndonos creer que las necesidades se cubren a nivel material: carritos, cunas, juguetes, hamacas… cuando lo realmente importante reside en la atención, el cuidado y el afecto que les damos a nuestros hijos-as. El afecto y el contacto físico son una necesidad BÁSICA. Igual que el sueño y el alimento. Privar a nuestros hijos-as de ello por el hecho de que la sociedad nos dice que “se van a mal acostumbrar o van a volverse dependientes”, tiene unas consecuencias tan terribles como las que estamos viviendo en la actualidad: una infancia sobre diagnosticada y adultos con unas carencias emocionales difíciles de resolver. Un desarrollo afectivo es sinónimo de salud emocional. Tal vez, el problema sea que a esta sociedad, individualista y sobre todo consumista no le interesa que cubramos esas necesidades y prioricemos lo realmente importante. ¿No crees?

https://www.actualidadenpsicologia.com/bowlby-teoria-apego/

González, C. (2018). Bésame mucho. Barcelona: Planeta Madrid, S.A.

Sánchez, S. (23 de Septiembre de 2020). La mamá de pequeñita. Obtenido de La mamá de pequeñita: http://lamamadepequenita.com/que-es-el-apego/

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